FEDERICO JIMENEZ LOSANTOS
Alertaba ayer Arcadi Espada sobre una nueva iniciativa liberticida alumbrada por el tripartito catalán: la obligación de informar a un niño adoptado de que lo es y además hacerlo a partir de los 12 años. O sea, que al ya de por sí complicado tránsito por la adolescencia (o aborrescencia, porque en esos años se aborrece todo, a todos y a todas) se le va a añadir en ese paraíso de las libertades forzosas la traumática revelación a la criatura de que sus padres no son sus padres sino, pongamos por caso, los Reyes Magos. Entre la crisis existencial y la crisis personal, los adolescentes o aborrescentes del Oasis pueden ingresar en masa en las nutridas filas de la delincuencia o en las no menos abundantes de la Nación Prozac. En realidad, el nacionalismo no es más que una forma de antidepresivo o euforizante de por vida. Pero no sé cómo se va a pagar la factura de tanta y tan incómoda verdad. La histórica se oculta, pero la personal hay que exhibirla o te cruje Montilla. Arcadi se preocupa por una laguna jurídico-moral, que es la de los hijos reconocidos por un matrimonio pero donde el padre biológico puede no coincidir con el legal. He ahí un ejemplo entre muchos de cómo el remedio es infinitamente peor que la enfermedad. Se empieza oyendo lo que no quieres oír y se acaba hundiendo lo que querrías salvar.
Paralelamente, en esta época de las verdades mentirosas y del perpetuo truco del almendruco, estamos redescubriendo lo que Brassens llamaba la mauvaise reputation pero de la mano de unos moralistas insospechados: los banqueros, que pretenden que les demos dinero pero sin que sepamos a quién, cuánto y para qué. Ha dicho un banquero que anunciar quién ha pedido dinero del común para su negocio dañaría su reputación en el ámbito financiero. Claro, como el contribuyente no tiene reputación, se le puede saquear, robar, atracar y arruinar, porque no tiene nada que perder. De hecho, ser contribuyente en España se resume en una sencilla ley: tener todos los deberes y carecer de cualquier derecho. Por ejemplo: si no pagas a Hacienda, el Fisco te cruje, pero si Hacienda no paga lo que debe al contribuyente, que es lo que pasa desde hace meses, tú no puedes crujirle a Hacienda. Y ojito con intentarlo, porque se te cae el pelo. Total, que hemos inaugurado una nueva era en la que nos van a contar obligatoriamente lo que no quisiéramos oír y nos van a ocultar lo que tenemos más derecho a saber: qué se hace con nuestro dinero. Hay que reconocer que los bancos han predicado siempre con el ejemplo. Antes, cuando pedías una hipoteca no te pedían aval ninguno, salvo todo lo tuyo, lo de la familia, los amigos y alguna sociedad aneja o de cercanías. Con tan generoso precedente sería mezquino atentar contra la reputadísima reputación bancaria. Hay que saber lo que quieren que sepamos y no saber lo que no quieran contarnos. Es por nuestro bien.
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