Pero voy a lo de Moscardó. En síntesis, Matthews dice que la famosa conversación telefónica entre padre e hijo no existió, porque el hijo murió defendiendo el Cuartel de Montaña antes de que el padre se hiciera fuerte en el Alcázar. La respuesta de Manuel Aznar en su opúsculo es, más que convincente, demoledora, respecto a la falsedad de esta afirmación vertebral en el razonamiento de Matthews. Y llama la atención, a despecho de alguna inflamación castrense, la manera seca y cortante, casi anglosajona, con que argumenta. Quizá había periodistas. Lástima. Lástima, porque el opúsculo de Aznar se publicó en la época; pero no la obra a la que estaba dando la réplica, cuyas posibilidades de pasar censura eran inexistentes. Pero sigo. El hijo vivía cuando el padre estaba en el asedio, y Matthews, como acabaría reconociendo, estaba seriamente equivocado. Aunque hay una consecuencia indirecta y muy importante del pormenorizado relato de Aznar: el hijo fue fusilado exactamente un mes después de la conversación que mantuvo con su padre. Y como dice Corral en su prólogo: «Lo que, aun sin querer, probaba que no existió la tan inmediata relación de causalidad entre su cruel sacrificio y la negativa de su padre a rendir la fortaleza». Luis Moscardó, en efecto, fue sacado de la cárcel el 23 de agosto de 1936 y fusilado de inmediato, junto con otros presos. Tenía 24 años. Existiera o no la legendaria conversación, de la que, sin embargo, dan cuenta varios sólidos testimonios invocados por Aznar, el muchacho murió mientras su padre combatía.