RAUL DEL POZO
El Hotel Palace es el de Hemingway; Victoria, el de Manolete; Wellington, el de Orson Welles. Allí una tarde de San Isidro me emborraché con él tomando vino caliente. «El toreo es teatro -me dijo-, y El Cordobés, un gran actor». En esas habitaciones se vestían los matadores y se afeitaban después de la corrida, porque en Las Ventas crece la barba. Un día se alzó allí el torreón de cristal de Ramón. Yo he encontrado una noche en un colchón la greguería de mis propias piernas. Iban Amedo, las chicas de la tesis y los matadores. En el Wellington me citaron tres chicos con flautas de caña y niñeces góticas de senyera y gauche divine: Ciudadanos.
¿Adónde vais, indomables con causa? ¿Acaso no os han contado que en el bipartidismo no existe la oportunidad porque los lotes están asignados al PP, PSOE, IU y nacionalistas? No hay sobreros. Los platanitos venden lotería. No os dejarán asomar la cabeza de la España que defendéis. Está todo el papel vendido. Una brizna de hierba no es inferior a un astro, pero un pequeño partido como Ciudadanos puede ser pisoteado como una hormiga.
Les expliqué que en los viejos tiempos surgía en las elecciones el voto de arte: Los Verdes. Era votar contra las pilas con cadmio. Lo hacían las pijas, los diplomáticos y los bujarrones finos; pensaban que nadie puede amar la libertad sin despreciar a la multitud. Ciudadanos podría ser ese voto-pijo, tiernista, de calidad. Luego les pregunto: ¿cómo votar a un partido que antes de aprender a andar se separó de su hermano gemelo, el partido de Rosa? «No fue posible la convergencia». Arcadi Espada, el espléndido, uno de los grandes lujos de este diario, me dice: «Nosotros llamamos a la gente para crear un partido, no dos». El caso es que son imprescindibles porque falta el ozono de la libertad y se persigue la rudeza verbal de la lengua castellana. Ellos fueron los primeros que se pusieron mascarillas contra la toxicidad del nacionalismo.
Estoy sentado con la tercera España, los que pudieron romper la carraca del bipartidismo. Aún están a tiempo. Arcadi pensó que habría una España antes y después de Ciudadanos. El posnacionalismo, la grieta en el bipartidismo de cemento, sigue abierta. Albert es un limpio buen tipo, tal vez porque fue campeón de natación.
Se sienten los obamas españoles, navegantes de la blogosfera. Piden derechos para todos, en todas partes, suprimir fueros predemocráticos, acabar con el empantanamiento de la democracia aladrillada. Su programa navega en video-blog y YouTube. El historiador Maine escribió que somos una colonia griega, porque salvo las ciegas fuerzas de la Naturaleza, todo lo que en la Humanidad evoluciona es de origen griego. He aquí unos griegos, demócratas igualitarios. El Atica puede renacer en Barcelona.
Lo único que no me gustó es que tomaran café descafeinado y Coca-Cola light.
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